Shelter of you

Fuera de guión

 
    Por si no te acordás, fue en una noche de otoño, de esas que parecen ajenas a cualquier estación. Llegué a tu casa, con las manos vacías pero pobladas de pequeños temblores y algunas lluvias debido a la ansiedad. Recuerdo haber tenido, justo antes de que alguien me abriera la puerta, la sensación de estar completamente perdido. Quizás haya sido por haber ido solo; la falta de compañía siempre me provoca inseguridad.

    Te vi en el fondo, casi de incógnito por la oscuridad, tomando algo que sin duda era de sabor desconocido para mí. Cruzamos miradas, y nos saludamos apenas con una pequeña inclinación de cabezas. Unos instantes después te tenía a centímetros, dándome la bienvenida.
 
    El resto se acercó más tarde, sumándose a la charla que de a poco se fue transformando en un intercambio masivo. A pesar de eso, me resultaba curioso que si bien nuestras acotaciones las hacíamos para los demás, la charla parecía ocurrir nada más que entre nosotros dos. Así lo mantuvimos al principio, hasta que las palabras dejaron de ser necesarias, y la luz cedió su lugar.

    Nos adentramos en la madrugada bailando con música de otro continente, usando nada más que la intensidad del estruendo como medida de paso del tiempo. 
 
    En cada canción, me dejaba llevar por el pulso constante, que no sólo marcaba el ritmo, sino cada paso en la travesía de lo que creía, era el camino entre los dos. Aunque creo que eso lo entendiste bien, porque apenas nos volvíamos a ver, copiabas los movimientos que yo hacía.
 
    Esos momentos llegaban tan de tanto en tanto que, quizás por la repetida espera a que ocurriesen, me sorprendió notar que la madrugada estaba llegando a su fin. La música empezó a perder protagonismo. Volvíamos a ser aquellos seres parlantes que hasta hace poco hubiesen parecido ajenos.
 
    Mirando alrededor, me parecía que el resto -a excepción de vos- había perdido algo de vida en comparación a cuando habían llegado. Era como si sus ánimos dependiesen ahora del volumen de la música. Lánguidos, rodeados de la evidencia que ellos mismos habían plantado, eran el contraste perfecto del día que se avecinaba; seguro de sí mismo, con el tiempo a su favor.

   Había llegado el momento de partir. Las sombras de aquellos que quedaban deambulando reemplazaban a los que se iban. La música, hace tiempo ya ausente, seguía retumbando dentro de mis oídos.

    "Girá la botella, dale, vení". No entendía porqué me lo estabas pidiendo, si sabías que yo estaba fuera de la ronda. Aunque tampoco entendía porqué me estabas hablando tan de repente. 
 
    "No, dejá, en un rato ya me voy; el auto que pedí está a un par de cuadras, sigan ustedes". Me hiciste un ademán para que me acercara. 
 
    «¿Y si no llega a caer en tu dirección?», pensé. Te vi y seguías ahí, sentado, mirándome. Esperabas una respuesta.
 
    Intentando no titubear, me acerqué a girar la que hace algunas horas había sido la fiel compañera de alguno de nosotros.
 
. . .
 
    Llegué a casa sin ganas de dormir, pero aún así agotado. Tenía la cabeza llena de dudas, y sólo podía pensar en escenarios absurdos entre nosotros. 
 
    Faltó tan poco para que te señalara. Muy poco. La botella se había quedado en una encrucijada, y entre la duda y la vergüenza preferí salirme del juego. 
 
    El auto ya estaba en la puerta. Me acerqué a despedirme, aunque no sin antes preguntarte en dónde se encontraba mi abrigo. Dijiste que en tu cuarto, y te acompañé, pero en el camino me hiciste una pregunta. 
     
    ¿Otra vez la incomodidad del no saber qué hacer? Hasta parecía que la mañana estaba siendo más larga que toda la noche que habíamos pasado.

    Te miré, esperando a que me des el pie para responderte lo que creía, había sido una señal. 

    Nunca terminé de entender cómo es que funcionan los tiempos dentro de una conversación. Todavía sigo con la incertidumbre de si lo que me dijiste, o lo que yo te iba a responder, eran parte del guión que nos correspondía. Sólo ahora puedo ver que en ese momento necesitaba algo explícito, pese a que nada de lo que alguna vez nos dijimos haya sido así.

    ¿Por qué me hiciste esa pregunta? Parecía como si hubieras decidido improvisar, y tu expresión me demostró que no sólo lo querías así, sino que además lo habías estado planeando de antemano. Sólo había un problema: habías fallado en la elección del intérprete que te acompañaría. 
 
    Te quedaste ahí, en medio del silencio. Querías actuar lo que sería el momento cúlmine, pero recibiste otra escena en su lugar; desde la ausencia de palabras y sin gesto alguno, yo también empecé a improvisar.

    No sólo me fui sin responderte aquel día, sino que me sigue pasando lo mismo cada vez que vuelvo a recordar ese quiebre en el libreto. Y a pesar de que nunca más me volviste a plantear esa pregunta, intenté, aún así, recordártela cada vez que me acompañabas en las vueltas a casa. Pero siempre cambiabas el tema, u ocurría alguna interrupción oportuna. 
 
    ¿Y si en vez de callarlo todo, hubiera gritado cuando nadie lo pidió?
 
    Últimamente no hago más que pensar en las preguntas y respuestas que se evaden en los momentos precisos. Es posible que queden fuera de juego para siempre, pues esa sola línea en el guión deja de tener sentido fuera de contexto y tiempo.

    Aquella noche me quedé con ganas de conocerte más. Sólo nos quedó la intención entre líneas, y el breve recuerdo de las sonrisas que me sacaste.  

    Ese día desafié a mi suerte. Quería que me dijera si era posible lo que creía prohibido.  
 
    Ha pasado tiempo desde que nos vimos por última vez, dejando sin querer algún próximo encuentro al azar. Aunque tal vez lo hayamos hecho así a propósito. Estoy seguro de que, como yo, sos consciente de que aún existe la chance de que nos veamos otra vez. Y así sea que ocurra por casualidad o por habernos buscado, te prometo no callar lo que en ese momento, podría llegar a ser algo fuera de guión.



José a través de la lupa, 2019.

«Ça s'écroule autour de vous. Tranquillement, tout s'écroule... jusqu'à être cerné de ruines. Ça será ça, votre ultime punition».
Guillaume Debailly, Le bureau des légendes (S1E10, 2015).


 
Gracias por leer.


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