Divagación de un adolescente II.

Pequeña catarsis


Mi pequeña motivación ni siquiera son aquellos que me rodean. La esperanza de que algún día pueda trascender a otra especie de vida no me llama la atención; ahora estoy más vivo que nunca, porque siento. No me importa si estoy muriendo en el camino, porque de cualquier forma eso hacemos a cada segundo. Desperdiciamos miradas, escuchamos menos de lo que buscamos, porque ya no se puede confiar en sonidos nuevos sino en aquellos familiares.

Descubrir es arriesgado, y me temo que aún no tengo el alma podrida para dejar que me guíen en un plan desconocido. Quiero caminar, sin rumbo alguno. Estoy esperando el momento indicado para sacar todas esas palabras que quieren ser articuladas, esos sonidos que no tienen más que sentido gráfico en mi cabeza, pero que luego van a ser ideas. Imágenes que al crearse todo el tiempo sólo me ayudan a postergar el destino que quiero que encuentren.

¿Estaré esperando demasiado? Sería un pésimo momento ahora el darme cuenta de aquello, luego de tanta espera sin sentido, desgastándome el espíritu y resignándome a vivir de alientos forzados. No estoy esperando una gran recompensa más que el de poder encontrar dichas ideas. Estoy algo desquiciado ante la mítica idea de poder lograr algo importante. Bloqueo cualquier idea porque ya ni siquiera quiero escucharme. Las terapias no me van a ayudar, porque sin estos gritos internos no va a quedar más que una mente en silencio, sin sentimiento alguno.

La felicidad quizá sea lo que más se anhela, y quizás yo también lo haga, pero no es lo que busco por ahora. Sufrir está en el camino de cualquiera y si estoy sufriendo con propósito entonces mejor ahora que cuando tenga que seguir solo. Dicen que del dolor se aprende y no puedo estar más de acuerdo.
 
Necesito soledad, sin que otras voces puedan interrumpir las voces que tengo. Me imagino sin dependencia emocional. Poder librarme de aquellos que no valoran un sincero recuerdo, una palabra que no intenta agradarles. Estoy siendo atormentado por esos recurrentes individuos egoístas. No dudan en ocultar sus más desdichados prejuicios cuando les conviene, cuando piensan en sus beneficios, mas no les importa herir a quienes tienen al lado con tal de probar supremacía. Sólo después de suplica y activa empatía pueden clarificar sus emociones, sus rabias y decidir por mantener la calma a su alrededor.

Me siento en calma. Liberé gran parte de aquellos pensamientos destructores de toda alma. Te quiero encontrar querida alma pura. Me estoy desvaneciendo de a poco. Soy fuerte y tengo la voluntad de mi lado, pero sin tu excitada compañía no puedo luchar contra aquellos espectros oscuros que intentan matar mis verdaderas convicciones. Actos superfluos que se camuflan en salidas rápidas ante la desesperación, pero que termina agotándome más que mi misma languidez.

Miro a los demás cuerpos y no puedo resistirme a sentir angustia, a sentir envidia de aquella viveza. Tanto sufrieron quienes ahora son los que pueden llorar, pero fácil la vida le es a aquel que no encontró un final decepcionante en sus objetivos.




Este texto fue originalmente escrito antes de ingresar a la universidad, durante los últimos meses del año 2016. El desasosiego de no saber si la carrera que había elegido era la correcta provocó que me quedara despierto toda una noche. Esa misma madrugada me propuse escribir todo lo que se me cruzara por la cabeza.

No modifiqué nada del original, para darle mayor autenticidad como divagación. Me disculpo, de antemano, si son demasiado evidentes algunos errores sintácticos.

Comentarios

Entradas populares