Sacado de la galera III

Talado

Se extinguió sin haberse podido despedir
aquel semillero de su imaginación,
que había permitido a sus amigos existir
en una historia surgida de la mera especulación.

Aquello que había sido su único hogar,
ya no iba a poder ser visitado nuevamente,
pues de eso que alguna vez fue un mundo emergente,
sólo restaron un pie y la necesidad de escapar.

Lo primero en desaparecer fue su sombra,
y junto a esta el deseo de volverlo a encontrar;
de que al salir todavía iba a poder jugar,
con lo que por tanto tiempo había intentado cuidar.

Todavía sigue cayendo frente a él,
y hasta hoy sigue sumido en su paciente espera,
pues ese día contó el tiempo en unidades desmedidas,
y se maldijo a sí mismo con la suposición eterna.

Desde aquella caída sin compasión,
sus ojos se quedaron fijos en esa dirección;
ahora solo ve con aire de constante resignación,
lo que eventualmente será para siempre
la ausencia de su imaginación.




¡Hola! Les comparto un pequeño extracto de un libro que leí hace poco. No sé si esto se considera un spoiler, ya que es justo de la parte final. Aún así, les recomiendo que lo lean puesto que abarca temas filosóficos/existenciales interesantes.

"[...]Le había tomado por el cuello de la sotana. Vaciaba sobre él todo el fondo de mi corazón con impulsos en que se mezclaban el gozo y la cólera. Parecía estar tan seguro, ¿no es cierto? Sin embargo, [...] ni siquiera estaba seguro de estar vivo, puesto que vivía como un muerto. Me parecía tener las manos vacías. Pero estaba seguro de mí, seguro de todo, más seguro que él, seguro de mi vida y de esta muerte que iba a llegar. Sí, no tenía más que esto. Pero, por lo menos, poseía esta verdad, tanto como ella me poseía a mí. Yo había tenido razón, tenía todavía razón, tenía siempre razón. Había vivido de tal manera y hubiera podido vivir de tal otra. Había hecho esto y no había hecho aquello. No había hecho tal cosa en tanto que había hecho esta otra. ¿Y después? Era como si durante toda la vida hubiese esperado este minuto [...]. Nada, nada tenía importancia, y yo sabía bien por qué. También él sabía por qué. [...] ¡Qué me importaban la muerte de los otros, el amor de una madre! ¡Qué me importaban su Dios, las vidas que uno elige, los destinos que uno escoge, desde que un único destino debía de escogerme a mí y conmigo a millares de privilegiados que, como él, se decían hermanos míos! ¿Comprendía, comprendía pues? Todo el mundo era privilegiado. No había más que privilegiados. También a los otros los condenarían un día. También a él lo condenarían."
El extranjero, de Albert Camus.


 

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