Baladíes III

When I pronounce the word Future,
the first syllable already belongs to the past.

When I pronounce the word Silence,
I destroy it.

When I pronounce the word Nothing,
I make something no non-being can hold.

SZYMBORSKA, WISŁAWA. "The three oddest words." MONOLOGUE OF A DOG, 2006


III

Se había anunciado hace años,
el día y la fecha en que pasaría,
pero los carteles ya habían sido olvidados,
quedando bajo pósters encima pegados.

Año tras año,
se estrenaban miles de películas,
que seguro la gente terminó pensando,
que esto también en ficción se quedaría.

Entre tanto contenido,
todos se olvidaron el día,
incluso los que se suponía,
informaban las noticias.

La gente, incrédula,
continuó con sus rutinas,
sin pensar o tener en cuenta,
lo que en minutos ocurriría.
 
El reloj marcó las 18,
lo inesperado al fin sucedió,
cuando gritos de desesperación,
surgieron fuera de la televisión.
 
 Las luces se apagaron,
y varios empezaron a sospechar,
de que aquellos alaridos,
no fueran por algo normal.
 
En casa no pasaba nada,
o al menos eso parecía,
cuando un grito mucho más cercano,
 nos indicó que a por nosotros venían.

Cada muerte a cada minuto,
sólo aceleraban a mi hermano,
que con una silla entre las manos,
me pidió que nos apresuráramos.
 
...
 
Minutos de tortura convergieron al silencio, haciendo creer a muchos que todo había terminado. 
 
La tranquilidad repentina sólo puede significar la victoria de los más capaces, pensé, a pesar de no saber de quiénes se trataba. En una batalla cuerpo a cuerpo la fortaleza define la ventaja, es casi axiomático.

Un nuevo grito dejó en ridículo a los optimistas. Este se había escuchado tan cerca, como si hubiese sido a unas cuadras de casa. 

El desgarro y sufrimiento ajeno me sacaron de la reflexión. 

Nos miré, y empecé a entrar en pánico.

    - Todo lo que sabemos no sirve de nada, dije desesperado en voz alta. Somos inútiles si no sabemos qué es lo que viene, si no tenemos tiempo para pensar.

Así como yo, seguramente otras miles de personas habían perdido la cordura en ese instante, y con ella se había esfumado el último vestigio de esperanza sobre el planeta.

Estamos condenados, pensé.

 


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